AVIONES Y OTROS

Ruiseñor en el jardín

Hoy nos ha visitado por sorpresa el amigo Ángel, el de Madrid, compañero de tantas jornadas de pesca. Juntos hemos pescado en Peralejos, en Andorra, en Soria, en Huesca. Se nos ha presentado con unos rosquillos y un pan debajo del brazo. Otra vez a desayunar en su honor.
El río Ucero baja crecido y turbio, pero hemos ido a verlo. Algo tienen las aguas para nosotros que pescando o sin pescar nos encontramos a gusto cerca de ellas. Después de comer hemos paseado por el paraje de La Güera, en el Burgo de Osma. Junto al río, más crecido porque el Avión y el Ucero han sumado sus aguas, hay un roquedo. Llovía sin parar y las aves mantenían un silencio raro en esta época. Algún ruiseñor, algún mirlo rompían el monótono golpeteo del agua en el paraguas, pero poca cosa, como si ensayaran. Y a callar. El río estaba lleno de aviones comunes, golondrinas, aviones roqueros y algunos vencejos. Qué espectáculo tan asombroso.
Algunos aviones roqueros se apretaban posados en las rocas protegidas por las solapas. Parecían murciélagos. Un cuco nos ha sobrevolado al lado del castillo de Osma y justo en la confluencia de los dos ríos, la flecha turquesa de un martín pescador ha atravesado nuestros sentidos con su rectilíneo vuelo sobre el cauce. Al fondo, montando guardia, un halcón peregrino enhiesto sobre una alta roca. Entre los arbustos de la orilla los dos tipos de papamoscas rebuscaban su alimento y una blanca lavandera coleaba mientras el verdecillo subía a las ramas más altas, junto a un mosquitero papialbo.
Cuando he vuelto a casa me ha reconfortado ver a los de siempre: el ruiseñor, los mirlos, el zarcero, el papamoscas cerrojillo y sobre todo a un macho de gorrión rodeado por tres hembras que no se lo que le dirían con la algarabía que han formado. Espero que no fueran su suegra, su mujer y su cuñada. Pobre animalillo...