El domingo día 2, como anuncié en anterior artículo, bajamos a la Rioja con ánimo para ver la corrida de Hermanos Martínez Pedrés, de Salamanca. Al final se lidiaron tres toros de San Miguel y otros tres de Martínez Pedrés. La corrida en conjunto mal presentada, toros flojos, sin cabeza. Alguno tuvo clase para llevar el hocico por la arena, aunque después desparramara las patas y se cayera. Mejor el quinto, un toro de salida alegre, galopante, al que César Jiménez no quiso o no supo torear. Sánchez Vara, como el anterior espada, pasó por allí con la total indiferencia del respetable, cumplimentar el trámite y adiós.
No hizo lo mismo Diego Urdiales, el torero de Arnedo, que nos dio una lección de pundonor frente a los flojísimos toros que le correspondieron. Al primero, un toro hecho, con cuajo, el mayor de la corrida, lo toreó muy bien con ambas manos, sin perderle la cara, con suavidad. El segundo, medio inválido, fue resucitado por la excelente faena. Toreando a la verónica logró unos lances de excelente factura. Y me encantó con la mano izquierda, aun cuando tuvo que correr la mano a cierta altura para evitar el derrumbe del astado. Quieto, mandando, trazando el recorrido con lentitud, pases largos y ajustados. En fin, muy bien. La estocada fue de libro. Decisión y ganas. Siempre por encima de los toros. Con dominio hasta en el hecho de desplazarse por la arena. Muy torero. Todas las comparaciones son odiosas, pero demostró en su lote la diferencia entre querer y no querer con respecto a sus compañeros de terna. Al final, una oreja en cada toro, con bronca a la presidencia por no conceder la segunda. No se entiende cómo este hombre no torea más. Tarde excelente de temperatura y buen ambiente con más de media entrada.
Una tarde de calor. Me gusta ser de los primeros. La calva, lo que se dice caliente...
Las reinas nos lanzaron claveles
Primer toro
Un natural de Urdiales
La cara lo dice todo
Toreando al cuarto
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