VIDA Y MUERTE

Este pollito de verderón llegó hasta mi ventana

Con natural curiosidad de jovencillo miró hacia adentro

Su mundo es otro

La cruz de la moneda: abubilla muerta en la carretera

Son miles los que desaparecen y con ellos otros miles más

Esta mañana temprano, me he desplazado a unos quilómetros de Almazán por ver a unos halcones de Eleonora que han llegado para alimentarse antes de iniciar sus tareas reproductoras en los escarpes costeros. Sólo he visto a dos, pero es una maravilla tenerlos a la puerta de casa. La única vez que había contemplado sus ágiles vuelos fue en la isla Dragonera, en las Baleares. Entonces, con el tremendo vacío por delante, los pude ver por debajo de mí, que siempre es una visión distinta a la normal. Algún día quizá ponga fotografías de esos momentos.
Al volver a casa, he encontrado una víctima más de la carretera, una abubilla atropellada, con dramática postura. En estas fechas cada muerte se multiplica. La mayor parte de las aves tienen pollos y si muere un progenitor morirán también sus descendientes. Y estos halcones, que en un prodigioso proceso de adaptación retrasan su reproducción para hacer coincidir la migración de los pequeños pájaros con el nacimiento de sus crías, también saldrán perjudicados.
Sin embargo ayer vino a asomarse a mi ventana un verderoncillo volantón. Daba gusto ver cómo se asomaba. Luego, acuciado por sus padres, se marchó. Mucho tendrá que aprender para sobrevivir y además deberá tener suerte. Voy a pensar que así va a ser. Ojalá vuelva un día al jardín y a la ventana hecho "un hombre".