Ruiseñor común
A mi jardín ha llegado la primavera. Mi jardín es "área de descanso" para algunas avecillas que van de paso en su larguísimo peregrinar anual hasta sus lugares de cría o cuando vuelven para huir de los rigores invernales. En esos momentos, desde mi ventana, puedo observarlos sin ninguna molestia para ellos y con mucho deleite para mí. Sin embargo este año un ruiseñor canta incesantemente desde hace unos días. Seguramente le ha gustado el lugar y ha decidido quedarse. Lo he visto muy cerca, emitiendo su potentes trinos sin que recelara de mi presencia. Algo muy íntimo se te mueve en el pecho cuando disfrutas de esta confianza, es algo que ocurre de vez en cuando, como el otro día en que una terrera común (Calandrella brachydactyla) se dejó ver a escasos tres metros y seguía su marcha sin mayores temores. Me hechiza esta armonía, parece que el tiempo se estira y vives más. Canta, canta Filomela. Ya es de noche. En mi mente sobrevuelan los dos abejeros (Pernis apivorus) que he visto esta mañana escoltados por un águila calzada clara en los páramos de Villasayas.
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