TOPARSE CON LA MUERTE

El pequeño "Chiqui" durmiendo

Abandonaron a un perrillo la primavera pasada junto a un supermercado de las afueras del pueblo. Enseguida nos dimos cuenta de que así era. Sentado, en posición de espera vana, pasaron un par de días hasta que, quizá por el hambre, quizá por el convencimiento de que sus amos no volverían, se marchó. No le augurábamos mucho futuro, la verdad. Casi todos los días lo veíamos por los alrededores, a veces salvándose por los pelos en la carretera. Pero sobrevivió. Al final lo podías encontrar en cualquier parte del pueblo y últimamente acompañado por una perrilla. Pues bien, el pasado viernes, desde el coche lo vi sentado -otra vez- cerca de la acera junto al cadáver de la perrilla atropellada, con el atontamiento -casi humano- de la pérdida instantánea, de la realidad por momentos incomprensible, con la lealtad -más que humana, perruna- a su compañera de caminos y vagabundeos. La estampa se quedó grabada para siempre en mi retina. Hay quien tiene mala suerte. Las gracias y las desgracias llegan de golpe.

TODAVÍA NO SÉ CÓMO HAN DESAPARECIDO FOTOS DEL BLOG