lunes, 23 de marzo de 2009
ASÍ ÉRAMOS (VI)
Era mediados de los años ochenta. Recibí una llamada de un exalumno y amigo: "Hemos cogido un azor". Ni corto ni perezoso, recorrí los ochenta kilómetros que nos separaban para verlo. Cuando llegué y me llevó adonde lo tenían él y su hermano, comprobé con estupor que lo que habían cogido con un cesto era un águila perdicera. Estaba en un huerto y se dejó atrapar, quizá golpeada o medio envenenada, con mucha facilidad. El amor a los animales de este hombre y el conocimiento de ellos por horas y horas de campeo con las ovejas se han conservado hasta hoy. Entonces mató a una oveja para alimentar al águila, a la que, una vez fortalecida, liberó en lo más arisco y alejado de su término. Hoy se ha hecho famoso por las historias que cuenta, basadas en lo que ve en el campo. La zorra, la perdiz, el águila y otros muchos animales son los protagonistas de sus cuentos y nos emboba con su anecdotario y su verbo fácil. Es el hijo de El Herrerillo.
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