Vistas de Peralejos con luz de la mañana
Peralejos de las truchas, en el Parque Natural del Alto Tajo, es un lugar idílico para mí. El pueblo no llega a alcanzar el encanto de otros muchos pueblos de la geografía de España, pero, amigo, está colocado en un entorno privilegiado. El río Tajo y su "tributario" el Hoz Seca constituyen para el que esto escribe una visión beatífica después de ver los despojos del Duero a su paso por su villa. Cada año, al retornar, me emociono -pero de verdad- cuando vuelvo a ver sus aguas clarísimas, de transparencia extrema. Allí, en la orilla, quieto y callado, bebiéndome con todos los sentidos el rumor y el verde esmeralda del agua, el azul de los caballitos del diablo que se posan en cualquier parte de mi anatomía, como si fueran caballitos domésticos; el juego caprichoso de brillos, destellos y ramales opacos de la luz en la corriente, el agradable vaivén de las copas de los fresnos y avellanos y un sinfín de sensaciones que forman un único y agradable todo, al que rindo culto con toda humildad. Deberíamos volver a adorar (en el sentido del que dice a una mujer que se la adora) a los ríos, a los ríos limpios, y retornar al respeto de los sabios por estas venas de nuestra tierra de las que depende, al final, nuestra vida.
No hay comentarios:
Publicar un comentario